Entré en la aventura de ser corneador por casualidad, yo tenía 25 años y en el edificio donde vivía había una madurita que me excitaba mucho.
Yo la miraba con mucho deseo, la saludaba muy simpáticamente. Ella me sonreía y provocaba mucho y es por ello que empecé a mirar con mas descaro su perfecta anatomía. Ella debía darse perfectamente cuenta de las tremendas ganas que tenia por ella.
Un día me pidió que subiera a su casa
Un día me pidió que subiera a su casa para ayudarla a poner el TDT de la televisión. Mientras yo intentaba entender ese mando de infinitos botones ella se levantaba constantemente a tocar algún botón de la pantalla regalándome así la vista de sus bonitas piernas.

Me excitaba tanto esa mujer…. algo tenia que hacer, no podía irme de esa casa simplemente habiendo manoseado un mando de la tele. Cuando ella estaba sentada cerca de la televisión lancé mi órdago y la dije. – ¿Vas al gimnasio? Tienes un cuerpo muy bonito.
Ella me dijo que años atrás si había hecho mucho deporte pero con la edad se había vuelto muy perezosa. Y añadió algo que me dejo sorprendido.
Ven, toca y veras como aun estoy firme.
Empecé a meterla mano bajo la ropa.
Me acerque a ella y empecé a meterla mano bajo la ropa acariciando suavemente sus caderas, su cintura y sus pechos. Yo estaba cachondo perdido y seguí acariciándola mientras la escuchaba jadear suavemente.
Al cabo de un rato ella agarró mis manos y me dijo una cosa que me puso algo nervioso pero al mismo tiempo me encantó.

Me ha encantado cómo me has acariciado, quiero que vengas cuando quieras y hagas lo que quieras conmigo. Solo hay una condición. Mi marido está ahora en el cuarto de estar y quiere ser cornudo. Quiero que le des a el tanta caña como me la vas a dar a mí.
Su marido cornudo estaba en casa.
Salí de esa casa con el cerebro al revés, su marido cornudo estaba en casa pero pensé que era una oportunidad que no podía perder. Durante los siguientes meses estuve subiendo a su casa; algunas veces estaba su marido y otras no. Al principio no sabia ni que hacer con el porque a veces se ponía simplemente a mirar y me parecía una situación un poco sosa. Entonces empecé a usarlo de cobaya y divertirme con el.
Empecé a hacerlo sentir muy cornudo.
A veces lo ponía a mirar de cerca, otras veces le ponía a ver la televisión mientras la metía mano a ella al lado, muchos días le esperábamos en casa para que cuando volviera del trabajo entrase por la puerta y me sorprendiera chupándola los pechos en la cocina. Soy una persona muy educada pero muchas veces le contaba a ese cornudo de la manera más obscena lo guarra que era su mujer conmigo. Cuando el estaba trabajando le mandaba fotos para que viera cómo le ponía su mujer los cuernos. Le tenia bien dicho que me encantaba su mujer vestida de guarrilla; el se esmeraba en ir a las tiendas de ropa barata a comprar las minifaldas mas cortas y ceñidas. A ella la encantaba decirle a su marido que se había entregado mi como una fulana.
Pasaron varios años durante los cuales lo pasamos muy bien pero un día ellos se tuvieron que mudar lejos de Alcorcón y no volví a verlos.
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